sábado, 6 de junio de 2009

нecнιzo de мentιraѕ



Me sorprendí al enterarme de que Luis vivía solo. Sus padres estaban en la cárcel por motivos que no me explico ni quise preguntar. También me llamó la atención la particular decoración de la casa. Por todas partes habian colocado crucifijos de madera, todos de color negro. Las lámparas eran pequeñas e irradiaban una luz rojiza. Sobre una alfombra que parecía la piel de un anima, habia un jarrón repleto de rosas marchitas qué daban un aire aún mas lúgubre a la habitación, con sus paredes cubiertas de papel de oscuros tonos. Discos de vinilo amontonados en un rincón, cerca de un moderno equipo de música. No veía la televisión por ninguna parte. Vaya ambiente... me gustaba. En el pasillo, una estantería llena de muñecas de porcelana que me miraban alegres, aunque su boca estaba pintada triste, todas con sus vestiditos de luto con encajes. Una mesa redonda al fondo del salón, cubierta por un mantel rojo como de seda, donde reposaba un... ¿tablero de ouija? Eso me gustaba menos.
-¿Te gusta mi choza?.-pregunta con su habitual sonrisa de niño pequeño.
-Es... original. Es bonita.
Me dio una camiseta grande para que estubiera mas cómoda, ya que iba a pasar la noche allí. "Cradle of Filth" decían las letras de la camiseta... ¿Cuna de porquería? Que cosa mas rara. Me cambié en el baño, que presentaba un aspecto así como antiguo. Me puse la prenda a modo de camisón, ya que el borde de la camiseta rozaba con mis muslos. Olía a suavizante dulzón. Busqué a Luis, y lo encontré en el que deberia ser su cuarto, de espaldas, vestido solo con sus vaqueros negros. Se quitaba sus brazaletes y pulseras guardándolos en un cajón.
-¡Hey!.-se dió la vuelta y me miró, de arriba abajo-.
-Vaya... demasiado interesante.-toco sus labios con la punta de los dedos. Sacó un pantalón corto de uno de los cajones y me lo lanzó.Lo cojí y le miré pidiendo una explicación.
-No me mires así...-me marché de nuevo al baño a ponérmelo. ¿Cómo podia pensar esas cosas en estos momentos? ¿Porqué no me ayudaba? Volví para hablar con él.
-Tenemos que hablar... de lo que le pudo suceder a mi madre.-le comenté impaciente, y fuimos al salón.
Nos sentamos en el sofá, de una dudosa comodidad y me ofreció un cigarrillo.
-No, gracias.
Sacó varias cosas de su bolsillo, y comenzó a quemar algo en la palma de su mano. Estupendo, le daba a los porros. Comenzó a hablar sin apartar la vista de lo que estaba haciendo:
-Tu madre me dijo que quería hablar contigo, Leah.
-¿Cómo? Yo... ¿Leah?.-mire extrañada, no entendía lo que me decía.
-Si.-soltó una risa suave.-De "Eleah", es mas corto.
-Oye, vale ya de tonterías. ¡Dime ya lo que dices que sabes!.-me miró y se quedo totalmente serio.
-Esta bien... Para ello he de contarte antes algunas cosas sobre mí, para que puedas entender después de lo que te estoy hablando.
Se encendió lo que se había liado y le dió una lenta y larga calada, mientras sostenía un pequeño cenicero con la otra mano.
-¿Ves el tablero que hay sobre la mesa? Es... como mi mejor amigo.
-Pero...-empezaba a desconcertarme, quizá deberia largarme de allí... y contarselo a alguien. Me miró de reojo.
-La policía no solucionara nada pequeña.
No le respondí. ¿Acababa de leerme el pensamiento? Que tio mas raro... Sino fuera porque un extraño sentimiento hacia que me negara a marcharme de su lado, lo hubiera hecho.
-También está el espejo... el que esta justo enfrente.
El espejo estaba agrietado, tanto que parecía un milagro que no estubiera en pedazos.
-La ouija... ¿Pretendes que me comunique con ella mediante eso?.-es decir, me dió a entender que había muerto, lo cual ya tenía de alguna forma aceptado. Me miró sin decir nada.
-¿Quieres que...?.-me cortó la frase en seco.
-Tienes que querer tú. Ella tenía que decirte algo muy importante antes de morir. Tienes miedo?
Miedo no. Si solo fuera eso… Era un terror sobrenatural lo que le tenía a los espíritus. Siempre me había asustado con los relatos supuestamente verídicos y documentados sobre el Cementerio San Miguel, el Cortijo Jurado o el niño de Vallecas. Y ese temor fue alimentándose con imágenes de películas y algunas experiencias ocurridas hasta convertirse casi en una obsesión, una paranoia. Creo que podía decir tranquilamente que era a lo único que le temía, después de la ya sucedida muerte de mamá.
-Me asusta un poco… hacer la ouija.-tuve que mentirle, no podía dejarle ver lo que de verdad sentía, iba a pensar que era una cobarde.
-Espero que muy poco… Los malos entes huelen el miedo….-lo que me faltaba.-Yo siempre he creído que se alimentan del miedo que les tienen algunas personas.
-No lo sabía.-y ahora me asusté aún más, si es que era posible.
-El miedo… Les gusta. El miedo les atrae.-seguía fumando tranquilamente. –A mi antes también me asustaba... Pero me acostumbre a ellos, a su presencia, hasta que decidí comunicarme y tenderles una mano amiga. Hablo con ellos cada vez con más frecuencia. Creo que… algunos hasta me aprecian-dejo el cenicero sobre una mesita con la colilla de su consumición aún humeante y se recostó sobre el sofá, totalmente despreocupado.
¿Sería posible lo que contaba Luís? Lo olvidaré por el momento.

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